El magnífico señor incoloro
Hoy, abrí
los ojos y me senté a la orilla de la cama. Y me atreví a hacerle una pregunta
al Señor Aire. Yo le dije: “¿Cuántos años tiene usted Señor Aire?”. Se quedó
callado durante unos segundos y me respondió: “Tengo unos cuantos millones de
años cumplidos. He visto nacer y morir a muchos seres vivos. Algunos ya están
extintos. He pasado por los pulmones de todos ellos. Aquí ando vagando desde
hace mucho tiempo pero ustedes están acabando conmigo con todas sus máquinas e
industrias. No se dan cuenta que sin mí no respiran ustedes, los animales y las
plantas. Desde mí surge el fuego y el sonido, aquellas nubes que ves a lo
lejos. No me gusta llamar la atención, para eso paso desapercibido, pero
algunas veces me visto de un lindo azul, ustedes lo llaman cielo. Y otras veces
me pongo de acuerdo con el Sol para crear hermosos atardeceres con nubes y
colores”. Tiene mucha razón el Señor Aire, pero no menciona que luego se enoja
y termina por hacer huracanes. Aunque, me preocupa el Señor Aire, se le escucha
cansado, fatigado, a todos nos afecta la contaminación, pero yo opino que él es
el más afectado. No acabamos de entender que sin él nos asfixiaríamos, él ha
vivido millones de años y nosotros en unos pocos siglos hemos acabado con su
vida.
No podemos
saber cómo nació el Señor Aire, algunos dicen que por las cianobacterias que
utilizaron la energía solar. Necesitamos aire y agua para vivir, en ambos hay
oxígeno, el elemento principal para nuestra vida. Nosotros rodeados por los
vuelos del Señor Aire, acostumbrados a su condición incolora e inodora,
ignoramos su presencia e importancia. En otras palabras, escupimos a la cara
del Señor Aire a pesar de que le debemos la vida. Así, algunas veces, se llega
a ver al Señor Aire con el cabello frío, caminando por las madrugadas ya sin
ganas, decepcionado de las criaturas que somos, regalando oxígeno a los
egoístas seres que son los seres humanos. Me ha dicho que algunas veces ha
deseado desaparecer, pero está enamorado de la luz solar, sólo ella lo motiva a
seguir adelante.
Ahora,
pensemos en el acto poético que hacemos con el Señor Aire: la respiración.
Inhala y exhala, adentro y afuera, nos entregamos a un ritmo natural del
Universo. Nos entregamos a un ciclo que grita: ¡hazme vivir! Y es que el Señor Aire
pertenece a nuestra memoria también, algunos de nosotros no olvidamos los
olores que nos trae, por ejemplo, aquel que percibimos cuando estamos frente al
mar o aquel que percibimos en el color de una flor. Para mí, un olor que me
agradó mucho que me regalara el Señor Aire fue el petricor, aquel olor cuando
la lluvia cae sobre la tierra caliente y polvosa. Hay un olor que a algunos
humanos nos gusta, aquel que surge cuando cortan el pasto, pero es un olor
cruel porque dicen que es un olor que las plantas utilizan para comunicarse y
ponerse en alerta. En fin, son tantas cosas que nos da el Señor Aire, una es la
importancia que tiene para darnos voz, expresarnos, dialogar, escuchar, pronunciar.
Solamente, me resta acabar este texto con una frase: Gracias Señor Aire.
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