Cinco letras
Yo era un joven lleno de jovialidad arriba de una silla de ruedas que rondaba los veinte años, por dentro me consumía el deseo por las mujeres y la esperanza por encontrar a alguien para experimentar. No seamos hipócritas, a esa edad uno quiere más gozar que amar eternamente. En ese momento, andaba asistiendo a la universidad, no me gustaba ponerme limitaciones y con las mujeres no era nada tímido. En una de esas constantes pláticas que tenía con mujeres conocí a Sofía. No había conocido a una mujer como ella tan inteligente, con tantas sonrisas en su rostro y unos hermosos senos. Me atraía demasiado, no tenía la apariencia de una diosa, pero yo no dejaba de imaginar aquellos senos en mis momentos más solitarios y lascivos. Imaginando esos ojos grandes y cautos, esos labios gruesos, ese cabello tan delgado reposando en sus hombros. Para mí era una de las mujeres más atractivas que conocía y llenaba mis imaginaciones más carnales. A pesar de que mi deseo era tan grande, Sofía no...